Lo primero que se aprende es a estar en fila, en silencio: ¡Orden! ¡Silencio!, gritan en todas las filas curas, capitanes y carceleros. El puesto adquirido en la fila es un privilegio. El número uno, sea el cabo de gastadores, el canónigo de sotana morada y cruz de amatistas, el ladrón veterano y el chico espabilado, se siente orgulloso y va con la cabeza alta mirando a la gente de la calle y de los balcones. Los últimos, el curilla que acaba de lograr un puesto en una parroquia humilde de Madrid, el recluta que forma por primera vez con el regimiento, el último de la clase, el aprendiz de
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