Si resuena el Avapiés en mí, como fondo sobre todas las resonancias de mi vida, es por dos razones: Allí aprendí todo lo que sé, lo bueno y lo malo. A rezar a Dios y a maldecirle. A odiar y a querer. A ver la vida cruda y desnuda, tal como es. Y a sentir el ansia infinita de subir y ayudar a subir a todos el escalón de más arriba. Ésta es una razón. La otra razón es que allí vivió mi madre. Pero esta razón es mía.

