Ella observó sus zapatos. —Ya esos zapatos están de botar —dijo—. Sigue poniéndote los botines de charol. El coronel se sintió desolado. —Parecen zapatos de huérfano —protestó—. Cada vez que me los pongo me siento fugado de un asilo. —Nosotros somos huérfanos de nuestro hijo —dijo la mujer.