—Es por la situación en que estamos —dijo—. Es pecado quitarnos el pan de la boca para echárselo a un gallo. El coronel le secó la frente con la sábana. —Nadie se muere en tres meses. —Y mientras tanto qué comemos —preguntó la mujer. —No sé —dijo el coronel—. Pero si nos fuéramos a morir de hambre ya nos hubiéramos muerto.