«Hace un siglo me cagaron la vida con ese pobre hombre porque éramos demasiado jóvenes, y ahora nos lo quieren repetir porque somos demasiado viejos». Encendió un cigarrillo con la colilla del otro, y acabó de sacarse el veneno que le carcomía las entrañas. —Que se vayan a la mierda —dijo—. Si alguna ventaja tenemos las viudas, es que ya no nos queda nadie que nos mande.