More on this book
Community
Kindle Notes & Highlights
Parte del placer de estar con estas presidiarias es que resulta maravilloso mirar el reloj y saber que en media hora van a estar entre rejas.
Porque en cuanto este momento acabe, nos odiaremos el uno al otro. En cuanto nos encontremos fríos y sudorosos en el suelo del lavabo, un momento después de corrernos, no querremos ni mirarnos. La única persona a la que odiaremos más que al otro será a nosotros mismos.
Todas las adicciones, le contó, no eran más que formas de tratar un mismo problema. Las drogas, el exceso de comida, el alcohol o el sexo, todo era una simple forma de encontrar la paz. De escapar de lo que conocemos. De nuestra educación. Eran nuestro mordisco a la manzana.
Porque nada es tan perfecto como lo que uno imagina. Porque nada es tan excitante como tu fantasía.
No quiero que aceptes el mundo tal como es —le dijo. Y le dijo: —Quiero que lo inventes. Quiero que tengas ese talento. Crear tu propia realidad. Tus propias normas. Quiero intentar enseñarte eso.
Podemos pasarnos la vida dejando que el mundo nos diga quiénes somos. Si estamos locos o cuerdos. Si somos santos o adictos al sexo. Héroes o víctimas. Dejando que la Historia nos diga si somos buenos o malos. Dejando que nuestro pasado decida nuestro futuro.

