Las pirámides ya no se ven desde lejos. En el microbús que nos lleva hasta allí, nos las topamos de buenas a primeras, sin anestesia. La primera vista genera una gran confusión mental. Aparecen de repente, como una violación visual. Y además pasa lo que te pasa ahora con todo: gracias a la televisión y al cine, las cosas han perdido buena parte de su carga de sorpresa. Todo tiene un aire déjà-vu.