Por la mañana se me ha apaciguado ligeramente el estómago, pero me duele el diafragma de tanto vomitar, y tengo una jaqueca digna de toda una dentadura infectada. Los ojos se me han convertido en lupas. La luz horriblemente intensa que entra por las ventanas del hotel es concentrada por ellas y no tardará en prenderle fuego a mi cerebro.

