Emilio se quitó el guardapolvo y se acercó a la ventana. Eran las diez. Trataba de mantenerse tranquilo y no pensar. Abajo, una monja con la cofia al viento cruzaba el patio empujando un carro de dos ruedas cargado de ropa blanca. En la pared se escuchaba el rumor invisible del agua que saltaba por las cañerías. Del otro lado del vidrio veía la silueta pálida del médico y los travesaños de aluminio de la camilla donde estaba tendido su padre. Las enfermeras entraban y salían cruzando frente a él. Cuando volvió a mirar el reloj eran casi las once. Hundió las manos en el bolsillo del abrigo y
Emilio se quitó el guardapolvo y se acercó a la ventana. Eran las diez. Trataba de mantenerse tranquilo y no pensar. Abajo, una monja con la cofia al viento cruzaba el patio empujando un carro de dos ruedas cargado de ropa blanca. En la pared se escuchaba el rumor invisible del agua que saltaba por las cañerías. Del otro lado del vidrio veía la silueta pálida del médico y los travesaños de aluminio de la camilla donde estaba tendido su padre. Las enfermeras entraban y salían cruzando frente a él. Cuando volvió a mirar el reloj eran casi las once. Hundió las manos en el bolsillo del abrigo y sintió la textura de la carta de su padre y más atrás la superficie brillosa de la fotografía que le había dado la mujer de pelo colorado. En el techo se escuchó un ruido pesado, como si alguien arrastrara un mueble. «Una cama —pensó—. Alguien mueve una cama.» En ese momento vio al médico que empezaba a caminar hacia la puerta, quitándose los guantes. Emilio lo veía venir hacia él, hundido en la luz cruda, como en un sueño. «Parece un muñeco —pensó—. Un muñeco blanco, sin cara.» El médico empujó los batientes de la puerta con el cuerpo. —Hicimos todo lo posible —dijo—. Era imposible operar. Emilio sintió una pesadez metálica en la boca y una sensación de abandono y de frío. Le pareció que la voz de ese hombre llegaba desde muy lejos. —No se quede acá. Mejor espere abajo —dijo el médico, que empezó a caminar hacia los ascensores. Emilio se quedó solo en el hall. Todo parecía haberse dete...
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