Las quería, las acariciaba, les hablaba, las comprendía. Desde el carillón de la aguja del crucero hasta la gran campana del pórtico a todas las quería con gran ternura. El campanario del crucero, las dos torres eran para él como tres enormes jaulas, cuyos pájaros, criados por él, sólo para él cantaban. Sin embargo, eran las que le habían vuelto sordo, pero las madres quieren con frecuencia más a aquel hijo que más les hace sufrir.