Cuán diferente esto de la chocante media-verdad vociferada por algunos medio-sabios que llenan el aire con sus roncos gritos de: “¡yo soy Dios!” Hay que imaginar al pobre Micawber o al tortuoso Uriah Heep gritando: “soy Dickens”, o a uno de los ruines personajes de alguno de los dramas de Shakespeare anunciando grandilocuentemente: “¡soy Shakespeare!”