Eduardo  Dumont

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Pero, en medio de todo esto, D’Artagnan observó también que ningún rostro femenino correspondía a las galanterías de Porthos. No eran más que quimeras e ilusiones; pero, para un amor real, para unos celos verdaderos, ¿existe otra realidad que las ilusiones y las quimeras?
Los tres mosqueteros
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