—Los huancas eran unas bestias, Escarlatina —alegaba Pichín, examinando su copa al trasluz como temiendo que se hubiera zambullido en ella algún insecto—. Y también los chancas. Tú mismo nos contaste las barbaridades que hacían para tener contentos a sus apus. Eso de sacrificar niños, hombres, mujeres, al río que iban a desviar, al camino que iban a abrir, al templo o fortaleza que levantaban, no es muy civilizado que digamos. —Ahí en Odense, cerca del barrio en que yo vivo, una secta de satanistas asesinó a un anciano clavándole alfileres, como ofrenda a Belcebú —se encogió de hombros el
...more