—¿Eres muy religioso? ¿Muy católico? ¿No puedes aceptar que un hombre y una mujer hagan ciertas cosas? ¿Fue por eso del pecado que lo mataste, Carreñito? —Yo me sentía feliz, teniéndola tan cerca —cantaba su adjunto—. La boca bien cerrada, quietecito, oyendo cómo sufría el camión al subir la Cordillera, me aguantaba las ganas de besarla.