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Ése es uno de los principales problemas de estar loco: nunca estás seguro de las cosas.
soy un recordatorio de las esperanzas perdidas y la amargura que la vida puede proporcionar de modo tan inesperado.
Estar loco te proporciona una visión interesante de la vida. Sin duda, te lleva a aceptar mejor ciertas cosas que te ocurren,
La gente intenta siempre revivir momentos que en su memoria son mejores de lo que fueron en realidad, evocar emociones que, en realidad, es mejor que permanezcan en el pasado.
El pasado es una confusión fugitiva de recuerdos peligrosos y dolorosos. ¿Por qué iba a querer regresar?
Después de todo, soy el loco de la familia. Una excusa que justifica toda clase de comportamientos.
La memoria suele nublar el dolor. La madre olvida la agonía del parto cuando le ponen al bebé en los brazos, el soldado ya no recuerda el dolor de sus heridas cuando el general le pone la medalla en el pecho y la banda toca una marcha militar.
Un famoso poeta escribió una vez, de forma bastante elegante e ingenua, que el hogar es el sitio donde siempre te acogen. Quizá para los poetas, pero no para los locos.
Eso es lo que la gente que nunca ha estado loca no puede entender. Lo mucho que hiere cada delirio. Lo lejos que parece la realidad del alcance de uno.
¿Sabías que antiguamente la gente creía que si te dormías con la luz de la
luna en la frente, despertabas loco? De ahí procede la palabra lunático.
«Una pesadilla es algo de lo que puedes despertar, Peter —había dicho—. Pero los pensamientos y las ideas que permanecen después de que tus terrores hayan desaparecido son algo bastante peor.»

