En la Biblia, y más claramente en el Talmud, Dios es un Padre, pero no un padre según el molde cristiano. Es el padre de todos los hijos de Israel y –en su diaspórica forma femenina de la Shejiná, es decir la morada de la divina presencia– incluso los mima un poco como una madre, pero al mismo tiempo es su estricto y exigente Maestro.

