Los judíos y las palabras
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by Amos Oz
Read between August 20 - September 23, 2018
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en la tradición judía cada lector es un revisor, cada estudiante un crítico; y cada autor por su parte, incluido el propio Autor de la Creación del universo, suscita una infinidad de interrogantes.
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Mientras que otras culturas dejaban a los chicos al cuidado de sus madres hasta que eran lo bastante mayores para arrastrar un arado o blandir una espada, los judíos empezaban a introducir a sus vástagos en la antigua narrativa de su cultura tan pronto como los pequeños eran capaces de entender las palabras, a los dos años, y de leerlas, con frecuencia a la avanzada edad de tres. La escolarización, en definitiva, comenzaba poco después del destete.
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Este relato encierra una dolorosa verdad: los hijos pueden convertirse en una gran decepción, mientras que un buen alumno rara vez nos defraudará.
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Un buen discípulo es aquel que critica juiciosamente a su maestro, ofreciendo una interpretación más fresca y mejor.
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asirio
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En la Biblia, y más claramente en el Talmud, Dios es un Padre, pero no un padre según el molde cristiano. Es el padre de todos los hijos de Israel y –en su diaspórica forma femenina de la Shejiná, es decir la morada de la divina presencia– incluso los mima un poco como una madre, pero al mismo tiempo es su estricto y exigente Maestro.
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Otros exégetas, sin embargo, nos indican que si uno se sitúa bajo dos palmeras que se inclinan una hacia la otra, y el día no es demasiado ventoso, tal vez intercepte la información que se pasan entre ellas. De modo que el mundo entero, ciertamente, es un texto.
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Los judíos que construían casas en la diáspora estaban obligados a dejar alguna piedra o un retazo de muro sin pintar, en conmemoración de la destrucción del Templo. Esta costumbre convertía a la piedra desnuda en una palabra y, a la casa, en un libro.
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Es muy probable que los talmudistas no fueran gente simpática. Rara vez, por no decir ninguna, los encontramos manteniendo una simple conversación humana. No obstante, parecen haber sido grandes maestros.
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«Una persona siente celos de cualquiera, excepto de su hijo y de su discípulo».
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La repetición puede, sin duda, restar creatividad, pero tiene también la extraña capacidad de anclar, de nutrir, y hasta de sorprender.
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Como ya mencionamos, Sara y Dios entablaron en esa ocasión una discusión más bien divertida: «Entonces Sara lo negó, al decir: “No me he reído”; pues estaba asustada. Y dijo Él: “No; sí que te has reído”» (Génesis 18, 15). ¿Cuántas religiones han empezado con Dios jugando a decir «sí que lo has hecho» con la matriarca ancestral?
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Cómo se ha ido apagando el día, mientras hablábamos sobre el rey David… ¿Cómo llegamos a hablar sobre él? ¿Lo recuerdas, Dita? Un viernes por la noche… me dijiste qué es lo que en un hombre te atrae: tipo Charles Aznavour, o Yevgeny Yevtushenko. Partiendo de ellos continuaste hasta el rey David. Te atrae cuando en él hay un lado de menesteroso, un lado de pícaro y un lado de alguien que hace el tonto. Y también me mostraste esa noche desde el balcón, qué sexy ciudad de trapos es Tel Aviv. … Pero David, dijiste, reinó treinta años en Jerusalén, la ultraortodoxa Ciudad de David, que él no podía ...more
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Muchos otros fueron sometidos a un cruel despertar, cuando la historia del siglo XX invadió y destruyó su tiempo judío. Sionisno, marxismo, laicismo, vida moderna, muerte a manos de las Waffen-SS.
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Zacarías previó que se aproximaba un día, solo Dios sabe cuándo, que no será «ni día ni noche», sino tarde y mediodía, verano e invierno. Albert Einstein, por su parte, cambió nuestro concepto del tiempo al incorporarlo como un factor en su teoría de la relatividad especial, y bromeó así: «La única razón para la existencia del tiempo es lograr que todo no suceda a la vez».
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los hechos se convierten algunas veces en serios enemigos de la verdad.
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Descubres que tres nombres hay por los que el ser humano es llamado, uno por el que su padre y su madre lo llaman, uno por el que la gente lo llama, y uno que él, por sí mismo, se gana. El mejor de todos, el que por sí mismo se gana.
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Los judíos son como fotografías expuestas en una vitrina, todos juntos, de diferente estatura, vivos y muertos, novios y novias, y púberes en edad de Bar Mitzvá con niños de pecho. Y hay fotografías restauradas de viejas fotos amarillentas. Y a veces viene gente y rompe la vitrina y quema las fotografías. Entonces, ellos vuelven a tomar fotografías, a revelarlas de nuevo y a exponerlas otra vez, dolientes y sonrientes.
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Cada cincuenta años, en el año del jubileo, la propiedad era restituida a los dueños originales que hubiesen tenido el infortunio de perderla. El año sabático permitía a los esclavos salir libres y que las deudas fuesen canceladas. Se pretendía que todos permanecieran, en general, libres, alimentados y respetados.