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Kindle Notes & Highlights
en la tradición judía cada lector es un revisor, cada estudiante un crítico; y cada autor por su parte, incluido el propio Autor de la Creación del universo, suscita una infinidad de interrogantes.
Mientras que otras culturas dejaban a los chicos al cuidado de sus madres hasta que eran lo bastante mayores para arrastrar un arado o blandir una espada, los judíos empezaban a introducir a sus vástagos en la antigua narrativa de su cultura tan pronto como los pequeños eran capaces de entender las palabras, a los dos años, y de leerlas, con frecuencia a la avanzada edad de tres. La escolarización, en definitiva, comenzaba poco después del destete.
Este relato encierra una dolorosa verdad: los hijos pueden convertirse en una gran decepción, mientras que un buen alumno rara vez nos defraudará.
Un buen discípulo es aquel que critica juiciosamente a su maestro, ofreciendo una interpretación más fresca y mejor.
asirio
En la Biblia, y más claramente en el Talmud, Dios es un Padre, pero no un padre según el molde cristiano. Es el padre de todos los hijos de Israel y –en su diaspórica forma femenina de la Shejiná, es decir la morada de la divina presencia– incluso los mima un poco como una madre, pero al mismo tiempo es su estricto y exigente Maestro.
Otros exégetas, sin embargo, nos indican que si uno se sitúa bajo dos palmeras que se inclinan una hacia la otra, y el día no es demasiado ventoso, tal vez intercepte la información que se pasan entre ellas. De modo que el mundo entero, ciertamente, es un texto.
Los judíos que construían casas en la diáspora estaban obligados a dejar alguna piedra o un retazo de muro sin pintar, en conmemoración de la destrucción del Templo. Esta costumbre convertía a la piedra desnuda en una palabra y, a la casa, en un libro.
Es muy probable que los talmudistas no fueran gente simpática. Rara vez, por no decir ninguna, los encontramos manteniendo una simple conversación humana. No obstante, parecen haber sido grandes maestros.
«Una persona siente celos de cualquiera, excepto de su hijo y de su discípulo».
La repetición puede, sin duda, restar creatividad, pero tiene también la extraña capacidad de anclar, de nutrir, y hasta de sorprender.
Como ya mencionamos, Sara y Dios entablaron en esa ocasión una discusión más bien divertida: «Entonces Sara lo negó, al decir: “No me he reído”; pues estaba asustada. Y dijo Él: “No; sí que te has reído”» (Génesis 18, 15). ¿Cuántas religiones han empezado con Dios jugando a decir «sí que lo has hecho» con la matriarca ancestral?
Cómo se ha ido apagando el día, mientras hablábamos sobre el rey David… ¿Cómo llegamos a hablar sobre él? ¿Lo recuerdas, Dita? Un viernes por la noche… me dijiste qué es lo que en un hombre te atrae: tipo Charles Aznavour, o Yevgeny Yevtushenko. Partiendo de ellos continuaste hasta el rey David. Te atrae cuando en él hay un lado de menesteroso, un lado de pícaro y un lado de alguien que hace el tonto. Y también me mostraste esa noche desde el balcón, qué sexy ciudad de trapos es Tel Aviv. … Pero David, dijiste, reinó treinta años en Jerusalén, la ultraortodoxa Ciudad de David, que él no podía
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Muchos otros fueron sometidos a un cruel despertar, cuando la historia del siglo XX invadió y destruyó su tiempo judío. Sionisno, marxismo, laicismo, vida moderna, muerte a manos de las Waffen-SS.
Zacarías previó que se aproximaba un día, solo Dios sabe cuándo, que no será «ni día ni noche», sino tarde y mediodía, verano e invierno. Albert Einstein, por su parte, cambió nuestro concepto del tiempo al incorporarlo como un factor en su teoría de la relatividad especial, y bromeó así: «La única razón para la existencia del tiempo es lograr que todo no suceda a la vez».
los hechos se convierten algunas veces en serios enemigos de la verdad.
Descubres que tres nombres hay por los que el ser humano es llamado, uno por el que su padre y su madre lo llaman, uno por el que la gente lo llama, y uno que él, por sí mismo, se gana. El mejor de todos, el que por sí mismo se gana.
Los judíos son como fotografías expuestas en una vitrina, todos juntos, de diferente estatura, vivos y muertos, novios y novias, y púberes en edad de Bar Mitzvá con niños de pecho. Y hay fotografías restauradas de viejas fotos amarillentas. Y a veces viene gente y rompe la vitrina y quema las fotografías. Entonces, ellos vuelven a tomar fotografías, a revelarlas de nuevo y a exponerlas otra vez, dolientes y sonrientes.
Cada cincuenta años, en el año del jubileo, la propiedad era restituida a los dueños originales que hubiesen tenido el infortunio de perderla. El año sabático permitía a los esclavos salir libres y que las deudas fuesen canceladas. Se pretendía que todos permanecieran, en general, libres, alimentados y respetados.

