Si los alemanes y los estadounidenses sabían apreciar la liberalización de la URSS y trabajaban para potenciar el cambio, tal vez Gorbachov consiguiera llegar a algo. Pero si los buitres de Bonn y de Washington la consideraban una debilidad y efectuaban movimientos amenazadores o agresivos, la élite de dirigentes soviéticos volvería a refugiarse en el caparazón del comunismo ortodoxo y la militarización excesiva.