La Biblia decreta que «si un hombre encuentra a una joven virgen no desposada, la agarra y yace con ella y fueren sorprendidos, el hombre que yació con ella dará al padre de la joven cincuenta siclos de plata y ella será su mujer» (Deuteronomio, 22, 28-29). Los antiguos hebreos consideraban que este era un arreglo razonable.