Perry es buen conversador, de eso no hay duda. Parece un abogado ante el tribunal supremo. Entonces, en medio de una frase de quince minutos, se para en seco y le pregunta al dependiente, que sigue tras el mostrador: ¿esto está abierto las veinticuatro horas? Sí, contesta el dependiente. ¿Los siete días de la semana? Ajá. ¿Los trescientos sesenta y cinco días del año? Sí. ¿Entonces? ¿Por qué hay cerraduras en la puerta de entrada?

