More on this book
Community
Kindle Notes & Highlights
El odio me pone de rodillas; el amor me pone en pie.
Al fin y al cabo, lo que cuenta no es lo que sientes; es lo que haces lo que te da el valor.
La bolsa de deporte se parece mucho al corazón: debes saber qué contiene en todo momento.
Por más ganas que tenga de parar, no lo hago. Sigo suplicándome a mí mismo parar, y en cambio sigo. Y ese abismo, esa contradicción entre lo que quiero hacer y lo que de hecho hago, me parece la esencia de mi vida.
Como con tantas otras cosas, insufló existencia a aquella pista a través de un puro ejercicio de energía y mal carácter. Creo que tal vez estuviera haciendo algo similar conmigo.
De pronto mi padre disponía ya de su pista de tenis en el patio trasero, lo que significaba que a partir de entonces yo ya tenía mi cárcel. Yo mismo había alimentado a quienes habían construido mi prisión.
Perry es buen conversador, de eso no hay duda. Parece un abogado ante el tribunal supremo. Entonces, en medio de una frase de quince minutos, se para en seco y le pregunta al dependiente, que sigue tras el mostrador: ¿esto está abierto las veinticuatro horas? Sí, contesta el dependiente. ¿Los siete días de la semana? Ajá. ¿Los trescientos sesenta y cinco días del año? Sí. ¿Entonces? ¿Por qué hay cerraduras en la puerta de entrada?
En el fondo, no hago más que ser yo mismo, y como no sé quién soy, mis intentos por averiguarlo son erráticos, raros y, claro está, contradictorios.
No puedo prometerte que no te cansarás, dice él. Pero tienes que saber una cosa: hay muchas cosas buenas esperándote al otro lado del cansancio. Cánsate, Andre. Porque ahí es donde llegarás a conocerte a ti mismo. Al otro lado del cansancio.
me siento como si me hubieran hecho partícipe de un secreto sórdido: ganar no cambia nada. Ahora que he ganado un Grand Slam, sé algo que se permite saber a pocas personas en este mundo: las victorias no nos hacen sentir tan bien como mal nos hacen sentir las derrotas, y las buenas sensaciones no duran tanto como las malas. Con gran diferencia.
Tú siempre intentas ser perfecto, dice, y siempre te quedas corto, y eso te jode la mente. Por culpa de tu perfeccionismo, tu confianza se va al garete. Intentas que todas las pelotas que lanzas sean grandes puntos, cuando, en el noventa por ciento de los casos, con mantener el rumbo, mostrarte consistente y limitarte a lo básico, tendrías bastante para ganar.
Me aporta paz esa idea suya de que el perfeccionismo es opcional. El perfeccionismo es algo que yo escojo, y me está destruyendo, y puedo escoger otra cosa. Debo escoger otra cosa.
Ojalá, cuando nacemos, pudiéramos ver cuáles van a ser nuestros emparejamientos en la vida y así proyectar nuestro camino hasta la final.
Ésta es la única perfección que existe, la perfección de ayudar a los demás. De lo que hacemos, esto es lo único con un valor o con un sentido duraderos. Ésta es la razón por la que estamos aquí. Para hacernos sentir seguros los unos a los otros.
Nuestras mejores intenciones se ven a menudo obstaculizadas por fuerzas externas, fuerzas que nosotros mismos pusimos en marcha hace mucho tiempo. Las decisiones –sobre todo las equivocadas– crean su propio impulso, y a veces cuesta mucho frenar ese impulso, como sabrá todo atleta.
una cosa es no pensar, pero que lo que no puede hacer uno es obligarse a sentir. Sentir es algo que no se intenta. Es algo que uno tiene que permitirse.
Enfréntate a lo peor y date cuenta de que no es tan malo. Ahí tendrás tu oportunidad para sentirte en paz. Yo quería irme, salir de aquí y volver a casa para verte. Es duro quedarse y jugar, es más fácil volver a casa y estar contigo. Por eso me quedo.

