Mientras recojo la bolsa y meto la raqueta en la funda, siento una emoción mayor de la que sentí tras derrotar al señor Brown. Ésa es la victoria más dulce de mi vida y me resultará difícil superarla. Si me dan a escoger entre ganar una carretilla llena de dólares de plata –con las joyas de mi tío Isar encima–, o ganar a mi padre, me quedo con lo segundo, porque gracias a esta victoria he conseguido al fin que mi padre se aleje de

