Brooke me lleva a un restaurante en Manhattan cuya sala exterior es más pequeña que una cabina telefónica, pero que cuenta con un comedor interior espacioso, cálido, pintado en tonos amarillos: Campagnola. Me gusta cómo lo pronuncia ella, cómo huele el sitio, cómo nos sentimos al entrar desde la calle. Me gusta la foto de Sinatra firmada por él que hay junto al guardarropa.

