¿Quiere llevar la cámara? —pregunta el instructor. Se puede acoplar la cámara en el extremo de un bastón de aluminio de unos sesenta centímetros. No, no quiero. Para empezar, no estoy haciendo esto para enseñárselo a los demás. Además, si logro superar el pánico, estaré más preocupada por grabar que por admirar el paisaje. Eso lo aprendí de mi padre, cuando era adolescente: fuimos a hacer una ruta por el Matterhorn y yo me paraba a cada momento para sacar fotos. Hasta que se enfadó: «¿Piensas que toda esta belleza y grandeza caben en un fotograma? Graba las cosas en tu corazón. Es más
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