Todos intentamos comprar más tiempo, pero el tiempo es invaluable. Tenemos el que nos han dado, no el que podemos permitirnos. El tiempo es una trampilla por la que todos nos precipitamos en algún momento de nuestras vidas, a menudo sin darnos cuenta de lo bajo que hemos caído. Nos cautiva el público que forman nuestros propios miedos, que exigen un bis cada vez que nos atrevemos a dejar de estar asustados.