More on this book
Kindle Notes & Highlights
No ser capaz de avanzar ni de retroceder, nunca más, en ninguna dirección.
—Tiene que soltar el teléfono para agarrar el conejo —dice el hombre.
—Estoy tomando fernet —dice—, quiero adquirir al menos un vicio antes de morirme. ¿Te parece que estoy a tiempo?
Pero la historia de la mujer era sobre mi hermana, que tenía ya tres hijos y dos maridos y aún lidiaba con todos por turnos bien organizados. Parecía que en lugar de una familia tuviera una oficina de empleados estatales, y todo su trabajo consistiera en entender prioridades y delegar responsabilidades a gente que hubiera preferido despedir.
—Así se siente todo lo que no entiendo —dijo—.
—La locura te asusta, te distrae, pero hay que mirarla con atención.
Se despierta y levanta la cabeza de golpe, no parece que acabara de volver de algún lugar, sino que no pudiera creer que aún sigue en el mismo sitio.
No estoy. Ya no estoy. He desaparecido.
Los días de playa en familia eran obligatorios e interminables, imposibles de sabotear.
«¿Hay una poeta?», pregunté yo, porque nunca había escuchado hasta entonces de una poeta que no estuviera muerta, ¿y vivía entre el resto de la gente, así como si nada?
Quizá no aprender del todo tus lecciones es lo que al final te mantiene vivo.
Nos gustaba tal cual era, tan rara y tan arisca.
Por qué no me hablan?», preguntó la mujer. «¿Por qué no me preguntan cosas?».
Me aburro, me enfermo, es sencillo, me digo. Todo lo que pasa tiene que ser esto que soy.

