Jean Améry, seudónimo de Hans Mayer, quien se mató con una dosis de barbitúricos en la primavera de 1978, en Salzburgo, escribió en su hermoso libro Levantar la mano sobre uno mismo: «Cada vez que alguien muere por su propia mano o intenta morir, cae un velo que nadie volverá a levantar, que quizá, en el mejor de los casos, podrá ser iluminado con suficiente nitidez como para que el ojo reconozca sólo una imagen huidiza».

