—Muchas noches, despierta en la cama, soy plenamente consciente de que quizá no exista un Dios personal y que el dolor de los niños que veo cada día en nuestros hospitales no será compensado o redimido jamás. Pienso en esos viejos argumentos... Ya sabes, ¿cómo puede Dios justificar los sufrimientos de un niño?

