Un hombre no puede disminuir la gloria de Dios, así como tampoco un loco puede apagar el sol escribiendo la palabra “oscuridad” en las paredes de su celda. Pero Dios desea nuestro bien, y nuestro bien es amarlo (con ese amor sensible, propio de las creaturas), y para amarle debemos conocerle; y si le conocemos, de hecho caeremos postrados.