Si la tribulación es un elemento necesario en la redención, debemos esperar que ésta no cesará hasta que Dios vea que el mundo ya está redimido, o que no puede redimirse más. Por lo tanto, un cristiano no puede creer a ninguno de aquellos que prometen que, si tan sólo se llevara a cabo alguna reforma en nuestro sistema económico, político, o sanitario, tendríamos un cielo en la tierra.