Pero cuál no sería su sorpresa cuando la máxima autoridad religiosa de México, Pelagio Antonio Labastida y Dávalos, el mismo que entre otras traiciones nacionales había sido una figura determinante en la llegada de Maximiliano, se negó a acceder a su petición con el argumento de que el enlace religioso era imposible debido a los lazos de consanguinidad y a la excomunión de que había sido objeto Porfirio Díaz por parte del Papa Pío IX desde que el famoso liberal había también jurado someterse y aplicar la Constitución de 1857.