Javier

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—¿Y su hermano, Su Majestad —preguntó Van der Smissen cauteloso—, él no estaría dispuesto a apoyar la causa con hombres a falta de los franceses? —Me lo ha repetido en todos los tonos: está interesado en mí, su hermana, pero no moverá un dedo para sostenernos en México.
Arrebatos carnales I
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