Los confidentes de verdad buenos (las personas a las que acudimos cuando tenemos problemas) se parecen más a entrenadores que a reyes filósofos. Asimilan tu historia, la aceptan, pero te presionan a aclarar qué es lo que en realidad quieres o a nombrar el bagaje que dejaste fuera de tu limpia historia. Te piden que investigues qué es lo que realmente te molesta, que busques el problema más profundo debajo del conveniente problema superficial por el cual has acudido en busca de su ayuda. Los sabios no te dicen qué hacer; te ayudan a procesar tus propios pensamientos y emociones. Entran contigo
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