A finales de nuestros veinte o principios de los treinta años, la mayoría de nosotros tenemos lo que McAdams llama una imago, un arquetipo o imagen idealizada de uno mismo que captura el papel que esperamos desempeñar en la sociedad. Concluye que una persona podría presentarse como el Sanador. Otro podría ser el Cuidador. Otros tal vez sean el Guerrero, el Sabio, el Hacedor, el Consejero, el Superviviente, el Árbitro o el Malabarista. Cuando alguien me cuenta su historia, encuentro que a menudo es útil preguntarme: ¿Qué imagen habita? Como escribe McAdams, “las imágenes expresan nuestros
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