Como dijo D. H. Lawrence: Quien quiera la vida debe ir con suavidad hacia la vida, como se iría hacia un ciervo y su cervatillo que anidan bajo un árbol. Un gesto de violencia, una afirmación violenta de voluntad propia y la vida desaparece… Pero con tranquilidad, con abandono de la autoafirmación y con la plenitud del verdadero y profundo yo, uno puede acercarse a otro ser humano y conocer lo mejor y delicado de la vida: el contacto.