Los atardeceres de La Paz son como incendios astrales y en las noches sin luna se pueden ver todas las estrellas, incluso aquellas que murieron hace millones de años y las que nacerán mañana. A veces me tendía de espaldas en el jardín a mirar esos cielos formidables y sentía un vértigo de muerte, caía y caía hacia el fondo de un abismo infinito.

