Mi hija decae con suavidad en mis brazos, pero la suya se está suicidando con drogas en los barrios más sórdidos del otro lado de la bahía, tal vez muera antes que la mía de una sobredosis, de una cuchillada o de sida. Su hijo mayor vaga como un mendigo por las calles cometiendo raterías y tráficos indignos.

