—No es usted quién para hablar —espeto, y no rehúyo su mirada por primera vez en meses—. No conmigo. En lo que a mí respecta, tiene la credibilidad de un borracho y la integridad de una rata. ¿Cómo se atreve a quejarse de los seis años de información sobre Aretia que faltan cuando usted nos ha ocultado a todos siglos de historia del continente?

