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a qué horas se perdió el sentido, eso que llamamos sentido y que es invisible pero que cuando falta, la vida ya no es vida y lo humano deja de serlo.
nada enardece más al intranquilo que le digan tranquilízate, nada lo preocupa tanto como que lo inviten a despreocuparse, nada contraría tanto sus impulsos de vuelo como los aterrizados oficios de un samaritano.
¿sería policía, como todos los recepcionistas de todos los hoteles del mundo?
la he protegido de su familia, de su pasado, de su propia estructura mental. ¿La he apartado de sí misma? ¿Me odia por eso, y ésa es la razón por la cual ahora ni se encuentra ni me encuentra?
Pretendo librarla de su tormento interior al precio que sea, negándome a aceptar la posibilidad de que en este momento para ella sea mejor su adentro que su afuera; que tras los muros de su delirio, Agustina celebre fiestas.
a veces en medio de las peores crisis, la normalidad parece apiadarse de nosotros y nos hace breves visitas.
lo que tiene es dolor y lo disfraza de indiferencia,
lo hace en riguroso orden alfabético. Cosas de loco. Manías que habrían de llevarlo a la tumba. Es decir, manierismos o reiteraciones que le ayudan a desconectarse de lo real,
para leerme las líneas de la palma y me preguntara por qué me azotaba tanto si yo era un bacán y un tipo chévere, queriendo decir con eso que por qué me tomaba las cosas tan a pecho.
nunca he sido hombre dedicado a cultivar recuerdos, lo pasado siempre se borra de mi disco duro, lo que no es el momento para mí es tierra de olvido,
y más aún si tu madre es una santa como lo es la mía y como lo es toda madre de clase media,
pero usted sólo tiene oídos para su dolor,
era el olor acre de la extrañez.
pero no sospechas hasta qué punto el hecho de exhibir ese lagarto Lacoste en el pecho me ayudó a confiar en mí mismo y a llegar a ser el tipo que soy.
que con los dientes amarillos, torcidos o picados no se llega a ninguna parte, y que en cambio una sonrisa perfecta como la de los niños Londoño y como la que yo mismo conseguí más tarde, era tan útil o más que una carrera universitaria.
fin de cuentas no se podía esperar tanto de la inteligencia de un niño— que consistió en deducir que la diferencia era mera cuestión de empaque.
silencio está plagado de ruidos que se esconden en él,
toda tragedia tiene su anverso jocoso,
Un domingo, comenta Aguilar, un domingo, por qué será que todo nos tiene que ocurrir un domingo.
yo impedí que siguiéramos adelante, Tal vez por miedo, dice Aguilar, Sí, tal vez, tal vez por la convicción de que todos los secretos están guardados en un mismo cajón, el cajón de los secretos, y que si develas uno corres el riesgo de que pase lo mismo con los demás,
ante los embates de la locura, tarde o temprano hasta la música sucumbe;
y eso debido a una rara ley del destino que consiste en que vuelve sobre sí mismo para morderse la cola,
es cierto que me hizo llorar ese olor que no sé si pueda describir, un olor a casa, qué más puedo decir, un olor a todos los días, a gente que duerme por la noche y se despierta por la mañana, a vida real, a aquí ha vuelto a ser posible la vida,
yo no sé qué será la felicidad, dice Aguilar, supongo que nadie lo sabe,
Estoy contento, esta noche estoy contento aunque no sepa cuánto tiempo va a durar esta alegría.
«Todos los secretos están guardados en un mismo cajón, el cajón de los secretos, y si desvelas uno, corres el riesgo de que pase lo mismo con los demás.»

