«Bisabuelo arriero, abuelo hacendado, hijo rentista y nieto pordiosero», o sea un lento espiral descendente, mi reina Agustina, donde el esplendor de antaño va perdiendo poco a poco el lustre sin que nadie se dé mucha cuenta, y donde la riqueza originaria se va erosionando y de ella no van quedando sino el gesto, la pompa, el sentimiento de superioridad, el ademán de grandeza,

