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La mujer que amo se ha perdido dentro de su propia cabeza, hace ya catorce días que la ando buscando
toda historia es como un gran pastel, cada quién da cuenta de la tajada que se come y el único que da cuenta de todo es el pastelero.
a qué horas se perdió el sentido, eso que llamamos sentido y que es invisible pero que cuando falta, la vida ya no es vida y lo humano deja de serlo.
Tal vez lo más difícil de todo esto, dice, sea aceptar la gama de términos medios que hay entre la cordura y la demencia, y aprender a andar con un pie en la una y el otro en la otra;
porque nada enardece más al intranquilo que le digan tranquilízate,
Qué pobres son los ricos de este país, amigo Midas, qué pobres son los ricos de este país.
¿Será por culpa mía que se está enloqueciendo? ¿O será su locura la que me contagia?
y es que en ciertos momentos excepcionales, a veces en medio de las peores crisis, la normalidad parece apiadarse de nosotros y nos hace breves visitas.
A Agustina, mi bella Agustina, la envuelve un brillo frío que es la marca de la distancia, la puerta blindada de ese delirio que ni la deja salir ni me permite entrar.
La locura es un compendio de cosas desagradables, por ejemplo es pedante, es odiosa y es tortuosa.
ya se lo he dicho tres veces pero usted sólo tiene oídos para su dolor,
el infierno debe ser un lugar donde te encierran con tus consecuencias y te obligan a lidiar con ellas.
«Bisabuelo arriero, abuelo hacendado, hijo rentista y nieto pordiosero»,
Agustina vida mía, porque detrás de tu locura sigues estando tú, pese a todo sigues estando tú, y a lo mejor, quién quita, allá en el fondo también sigo estando yo, ¿te acuerdas de mí, Agustina?, ¿te acuerdas de ti misma?

