El estado de ánimo abre el mundo en cuanto tal, antes de que en él aparezca nada. Lo suyo es el preludio de la percepción. El estado de ánimo es anterior a la emoción, la precede. Por eso, nos templa más y está él mismo más templado que toda «emoción predominante y sobrecogedora». Impera sin sojuzgar, sin sobrecoger. En eso radica la prioridad ontológica del estado de ánimo sobre la emoción.