Todos los pensadores, de cualquier país o época, se han visto obligados a afirmar la existencia de esta realidad substancial. Todas las filosofías, cualquiera que haya sido su nombre, se han basado en esta idea. Los hombres han dado a esta realidad substancial muchos nombres: algunos la han denominado “Dios”, otros “Divinidad Infinita” y “Eterna Energía”, “Materia”, etc., pero todos han reconocido su existencia. Es evidente por sí misma. No necesita argumentos.

