A las horas de recreo todas jugaban a muchos juegos diversos; nosotras no sabíamos jugar a nada. En la capilla las otras rezaban y cantaban y nosotras no sabíamos qué era eso ni para qué lo hacían, las monjas hablaban del pecado, el Diablo, el Cielo, el Infierno, salvar nuestras almas, ganar indulgencias, arrepentirnos de nuestros pecados, agradecer a la Virgen de la gracia que nos hacía de tenernos en su casa, todo eso no tenía ningún significado para nosotras y fue en esos días que aprendimos lo que era la profunda soledad y el abandono de todo afecto.

