Juan  Carlos González

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El reglamento era muy duro, cada hora del día estaba destinada a una acción fija, determinante, invariable. A las cinco y media de la mañana tocaban la campana para levantarnos; sentadas en la cama nuestra primera acción era la de ofrecerle a Dios y a la Virgen María todas y cada una de nuestras acciones del día que comenzábamos, para que ellos, con su infinita misericordia, nos perdonaran nuestros pecados, nos libraran de morir en pecado mortal y nos dieran la luz y la fuerza de marchar solo por el camino del bien, para ser dignas de entrar con ellos al Reino de los Cielos. ¡Dios!… Cuántas y ...more
Memoria por correspondencia (Spanish Edition)
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