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Paris, hermoso alfeñique, ojalá no hubieras nacido nunca. Ojalá hubieras muerto antes de encontrar una esposa. ¡Qué gracioso debes parecerles a los griegos, sin otra cosa que el buen aspecto!
Mi sitio está en el ejército —dijo para sus adentros—, pero primero debo ir a casa para ver a mi esposa y a mi pequeño hijo. Porque no sé si los volveré a ver de nuevo.
Debieras mandar un ejército de cobardes, si ésta es la forma en que piensas.
Los leones no entran en convenios con los hombres, ni los lobos con los corderos.