No tengo nada en contra de las personas que aman la verdad, salvo el hecho de que resultan ser una compañía tediosa. Mientras no les dé por hablar de la sinceridad y terminen contando embustes —eso, lógicamente, me irrita— y siempre y cuando me dejen tranquila, nunca pretendo hacerles ningún daño. Mi queja no va dirigida a los amantes de la verdad, sino a la Verdad misma. ¿Qué auxilio, qué consuelo brinda la Verdad en comparación con un relato? ¿Qué tiene de bueno la Verdad a medianoche, en la oscuridad, cuando el viento ruge como un oso en la chimenea? ¿Cuando los relámpagos proyectan sombras
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