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Y, por alguna razón inimaginable, a Anh también parecía caerle bien Olive. Cuando Olive no conseguía estirar el dinero de la beca hasta fin de mes, Anh compartía con ella su ramen instantáneo. Cuando a Olive se le había estropeado el ordenador sin tener copias de seguridad, Anh se había quedado despierta toda la noche con ella para ayudarla a reescribir su trabajo de cristalografía. Cuando Olive no tenía adónde ir en vacaciones, Anh se llevaba a su amiga a casa, a Michigan, y dejaba que su numerosa familia la embutiera de comida deliciosa mientras hablaban vietnamita a toda velocidad a su
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Olive levantó el cuello y miró hacia arriba. Y hacia arriba. Y hacia arriba. Y un poco más hacia arriba. No era una mujer baja, pero es que él era enorme.
Una chica una vez dijo de que en este libro la escritora mencionaba bastante de que Adam era súper mega ultra grandísimo, un gigante y yo creí que la persona estaba exagerando, pero me doy cuenta que tiene razón
Olive podría haberle preguntado por qué se había esforzado tanto en ponerse guapa un martes por la mañana, pero ya sabía la respuesta: los laboratorios de Jeremy y Anh estaban en la misma planta y, aunque el Departamento de Biología era grande, los encuentros fortuitos eran muy posibles.
Se le curvó la boca.
—No. Tengo maneras más productivas de amargarles la vida a mis doctorandos.
—Chis. —Adam le pasó un brazo alrededor de la cintura y le colocó la mano en la cadera en un gesto que tendría que haberle resultado desagradable, pero que le pareció tranquilizador. Luego añadió en voz baja y profunda—: No pasa nada. —Las palabras le vibraron en el oído, intensas y cálidas—. Más material para mi denuncia del Título IX.
—Ya sabes. —Le lanzó una mirada pícara—. Hostil e inaccesible.
cutres».
—Listilla.
Era tan adorable.
puñetera

