Nos cargamos y nos agotamos cuando hacemos cosas para Él, pero no vamos a Él. Encontramos descanso cuando nos volvemos dependientes de Él. Nos volvemos religiosos cuando hablamos de Él, pero no hablamos con Él. Encontramos descanso cuando obedecemos con mansedumbre a su voz. Nos llenamos de orgullo cuando dejamos deliberadamente de aprender de Él, pero encontramos descanso cuando nos humillamos ante los pies del Maestro. El yugo de la carnalidad es agotamiento, enojo y orgullo, sin embargo, el yugo de Cristo es dependencia, mansedumbre y humildad.

