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Lo que va a suceder es que quienes quieren llevar a cabo esa transformación observan lo que ocurre en la calle y aprovechan el malestar de la sociedad francesa, en concreto el de las clases humildes parisinas, para utilizarlas como brazo revolucionario para impulsar un proyecto político que, insisto, se remonta no a 1787 con la Asamblea de Notables, ni a 1783 con la Paz de París. Va mucho más atrás, casi dos siglos atrás, cuando se puso en marcha la creación de un estado centralizado eliminando todo tipo de contrapoderes de lo más variado.
Las que desmontan el Antiguo Régimen son las élites que veremos en los Estados Generales, unas élites que se nutren de los disturbios callejeros y que aprovechan ese ímpetu para ir avanzando en su propia agenda. Los revolucionarios no provocan la revolución, tan solo sirven de apoyo a las élites ilustradas que empujan el proceso desde la Asamblea Nacional.

